"Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo, y sabiduría para entender la diferencia". Esta notable afirmación nació de la mente de un teólogo: Reinhold Niebuhr.
Si ignoramos su estructura de oración, es decir, la implicación de que los estados mentales y emocionales de las personas son un regalo de Dios; esa afirmación es profunda y notablemente cierta, como resumen y como guía: nombra la actitud mental que un hombre racional debe tratar de lograr. La afirmación es hermosa por su elocuente sencillez, pero lograr esa actitud mental implica cuestiones filosóficas metafísicas y morales más profundas.
La mayoría de los hombres se pasan la vida revelándose inútilmente contra cosas que no pueden cambiar, en pasiva resignación e indiferencia sobre cosas que sí pueden cambiar y nunca intentando saber la diferencia, en un estado crónico de culpa y falta de confianza, en ambas situaciones. Observa qué premisas filosóficas están implícitas en ese concejo, y por qué son necesarias intentar practicarlas.
Si hay cosas que un hombre puede cambiar, eso significa que él posee el poder de elección, es decir, la facultad de voluntad, el libre albedrío. Si no la posee, no puede cambiar nada, ni siquiera sus propias acciones y características, tales como su valor o su falta de valor. Si hay cosas que el hombre no puede cambiar, significa que hay cosas que no pueden ser afectadas por sus acciones y no están abiertas a su elección.
Todas las innumerables formas, movimientos, combinaciones y disoluciones de elementos en el universo (desde una molécula flotante de polvo, a la formación de una galaxia y la vida) están causadas y determinadas por la identidad de los elementos involucrados. La naturaleza es *lo metafisicamente dado*, es decir, la naturaleza de la naturaleza está fuera del poder de cualquier voluntad.
La voluntad del hombre es un atributo de su conciencia (de su facultad racional), y consiste en la elección de percibir la existencia o de evadirla. Percibir la existencia, descubrir las características o propiedades (las identidades) de las cosas que existen, significa descubrir y aceptar lo metafisicamente dado. Solo en base a este conocimiento el hombre es capaz de aprender cómo las cosas dadas en la naturaleza pueden ser reorganizadas para satisfacer sus necesidades (que es su método de supervivencia). El poder de reorganizar las combinaciones de los elementos naturales es el único poder creativo que el hombre posee. Es un enorme y glorioso poder, el cual es el único significado del concepto *creativo*.
"Crear" no significa (y metafisicamente no puede significar) el poder de traer algo a la existencia a partir de la nada. "Creación" significa el poder de traer a la existencia una composición (o una combinación o una integración) de elementos naturales que no había existido antes. (Esto es verdad para cualquier producto humano, científico o estético: la imaginación del hombre no es más que la capacidad de reordenar las cosas que ha observado en la realidad).
La mejor y más breve identificación del poder del hombre con relación a la naturaleza es de Francis Bacon: "La naturaleza, para ser comandada ha de ser obedecida". En este contexto, "ser comandada" significa hacer que sirva para los fines del hombre; "ser obedecida" significa que esos fines no pueden ser servidos a menos que el hombre descubra las propiedades de los elementos naturales y los use en consecuencia. Por ejemplo, hace 200 años, los hombres habían dicho que es imposible oír una voz humana a una distancia de 238 mil millas. Es tan imposible hoy como lo era entonces. Pero si somos capaces de oír la voz humana de un astronauta que está en la luna, es por medio de la ciencia de la electrónica, que descubrió ciertos fenómenos naturales y le ha permitido al hombre construir el tipo de equipo que recoge las vibraciones de esa voz, las transmite, y las reproduce en la tierra. Sin ese conocimiento y ese equipo, siglos de querer, rezar, gritar y patalear no harían que la voz de un hombre no pudiese ser oída ni a una distancia de 10 millas.
Hoy en día, esto es (implícitamente) comprendido y (más o menos) aceptado en lo que respecta a las ciencias físicas (de ahí su progreso). No es ni comprendido ni aceptado, y es, de hecho, escandalosamente negado, en lo que respecta a las humanidades, las ciencias que tratan con el hombre (de ahí su barbarie estancada). Es lo metafísicamente dado lo que debe ser aceptado: no se puede cambiar. Es lo hecho por el hombre lo que nunca debe ser aceptado sin critica: debe ser juzgado, y luego aceptado o rechazado, y cambiarlo si es necesario.
El hombre no es ni omnisciente ni infalible: puede cometer errores inocentes por falta de conocimiento, o puede mentir, engañar o falsear. Lo hecho por l hombre puede ser producto de genio, perspicacia, ingenio, o puede ser producto de la estupidez, el engaño, la malicia, el mal. Un hombre puede estar en lo cierto y todos los demás equivocados, o viceversa (o cualquier división numérica entre esas opciones). La naturaleza no le da al hombre ninguna garantía automática de la verdad de sus juicios (y esto es un hecho metafisicamente dado, debe ser aceptado). ¿Quién es, entonces, el juez? Cada hombre, en la medida de su capacidad y honestidad. ¿Cuál es su criterio para juzgar? *Lo metafisicamente dado*.
Lo metafisicamente dado no puede ser ni verdadero ni falso, ni bueno ni malo, simplemente *es*, y el hombre determina la verdad o falsedad de sus juicios en función de si corresponden a, o contradicen, los hechos de la realidad. Lo metafisicamente dado es, fue, será, y tuvo que ser. Nada hecho por el hombre *tuvo* que ser: fue hecho por elección. Rebelarse contra lo metafisicamente dado es enzarzarse en un vano intento de negar la existencia. Aceptar lo hecho por el hombre sin cuestionarlo es entrar en un exitoso intento de negar la propia conciencia.
La serenidad proviene de la capacidad de decir "SI" a la existencia. El valor proviene de la capacidad de decir "NO" a las malas decisiones tomadas por otros.
Todas las innumerables formas, movimientos, combinaciones y disoluciones de elementos en el universo (desde una molécula flotante de polvo, a la formación de una galaxia y la vida) están causadas y determinadas por la identidad de los elementos involucrados. La naturaleza es *lo metafisicamente dado*, es decir, la naturaleza de la naturaleza está fuera del poder de cualquier voluntad.
La voluntad del hombre es un atributo de su conciencia (de su facultad racional), y consiste en la elección de percibir la existencia o de evadirla. Percibir la existencia, descubrir las características o propiedades (las identidades) de las cosas que existen, significa descubrir y aceptar lo metafisicamente dado. Solo en base a este conocimiento el hombre es capaz de aprender cómo las cosas dadas en la naturaleza pueden ser reorganizadas para satisfacer sus necesidades (que es su método de supervivencia). El poder de reorganizar las combinaciones de los elementos naturales es el único poder creativo que el hombre posee. Es un enorme y glorioso poder, el cual es el único significado del concepto *creativo*.
"Crear" no significa (y metafisicamente no puede significar) el poder de traer algo a la existencia a partir de la nada. "Creación" significa el poder de traer a la existencia una composición (o una combinación o una integración) de elementos naturales que no había existido antes. (Esto es verdad para cualquier producto humano, científico o estético: la imaginación del hombre no es más que la capacidad de reordenar las cosas que ha observado en la realidad).
La mejor y más breve identificación del poder del hombre con relación a la naturaleza es de Francis Bacon: "La naturaleza, para ser comandada ha de ser obedecida". En este contexto, "ser comandada" significa hacer que sirva para los fines del hombre; "ser obedecida" significa que esos fines no pueden ser servidos a menos que el hombre descubra las propiedades de los elementos naturales y los use en consecuencia. Por ejemplo, hace 200 años, los hombres habían dicho que es imposible oír una voz humana a una distancia de 238 mil millas. Es tan imposible hoy como lo era entonces. Pero si somos capaces de oír la voz humana de un astronauta que está en la luna, es por medio de la ciencia de la electrónica, que descubrió ciertos fenómenos naturales y le ha permitido al hombre construir el tipo de equipo que recoge las vibraciones de esa voz, las transmite, y las reproduce en la tierra. Sin ese conocimiento y ese equipo, siglos de querer, rezar, gritar y patalear no harían que la voz de un hombre no pudiese ser oída ni a una distancia de 10 millas.
Hoy en día, esto es (implícitamente) comprendido y (más o menos) aceptado en lo que respecta a las ciencias físicas (de ahí su progreso). No es ni comprendido ni aceptado, y es, de hecho, escandalosamente negado, en lo que respecta a las humanidades, las ciencias que tratan con el hombre (de ahí su barbarie estancada). Es lo metafísicamente dado lo que debe ser aceptado: no se puede cambiar. Es lo hecho por el hombre lo que nunca debe ser aceptado sin critica: debe ser juzgado, y luego aceptado o rechazado, y cambiarlo si es necesario.
El hombre no es ni omnisciente ni infalible: puede cometer errores inocentes por falta de conocimiento, o puede mentir, engañar o falsear. Lo hecho por l hombre puede ser producto de genio, perspicacia, ingenio, o puede ser producto de la estupidez, el engaño, la malicia, el mal. Un hombre puede estar en lo cierto y todos los demás equivocados, o viceversa (o cualquier división numérica entre esas opciones). La naturaleza no le da al hombre ninguna garantía automática de la verdad de sus juicios (y esto es un hecho metafisicamente dado, debe ser aceptado). ¿Quién es, entonces, el juez? Cada hombre, en la medida de su capacidad y honestidad. ¿Cuál es su criterio para juzgar? *Lo metafisicamente dado*.
Lo metafisicamente dado no puede ser ni verdadero ni falso, ni bueno ni malo, simplemente *es*, y el hombre determina la verdad o falsedad de sus juicios en función de si corresponden a, o contradicen, los hechos de la realidad. Lo metafisicamente dado es, fue, será, y tuvo que ser. Nada hecho por el hombre *tuvo* que ser: fue hecho por elección. Rebelarse contra lo metafisicamente dado es enzarzarse en un vano intento de negar la existencia. Aceptar lo hecho por el hombre sin cuestionarlo es entrar en un exitoso intento de negar la propia conciencia.
La serenidad proviene de la capacidad de decir "SI" a la existencia. El valor proviene de la capacidad de decir "NO" a las malas decisiones tomadas por otros.
By Ayn Rand